Yo estaba de siete meses y llevaba un bombo respetable. El cine -que ya no existe- tenía un sistema de sonido atronador. Tenía muchísimas ganas de ver Gladiator, pero no conté con el pequeñín que vivía dentro.
La batalla inicial, los enfrentamientos entre gladiadores, gritos, peleas... el ruido atronador pusieron revoltoso al fetito, que estuvo toda la bendita película dando patadas. Acabé agotada y preguntándome que pensaría el pobre, allí a oscuras.
Luego he visto Gladiator en televisión varias veces. Siempre emocionante. Aunque soy incapaz de memorizar la famosa frase en el anfiteatro de Roma.
lunes, 30 de marzo de 2009
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